POSICIONAMIENTO de SESPAS
sobre el rol de la atención primaria de salud ante la epidemia de COVID-19.
Dentro
de nuestro Sistema Nacional de Salud, la Atención Primaria de Salud es el nivel
básico en el que descansa todo el sistema sanitario. Parte de su esencia es la atención
longitudinal a las personas y a la comunidad.
En
los últimos años, y particularmente desde la crisis económica que se inició en
2008, el presupuesto dedicado a este nivel de atención ha ido descendiendo
paulatinamente como el de otras partes menos visibles del sistema, como la Epidemiología,
la Salud Pública o la Salud Comunitaria. Este descenso presupuestario ha sido
más acusado que el producido en el nivel hospitalario, y no se ha revertido
posteriormente en la misma escala que en este entorno. La falta de inversión en
Atención Primaria de Salud produce numerosas disfunciones en el sistema.
Produce una disminución del personal en los centros de salud, con la
correspondiente sobrecarga de trabajo para el profesional sanitario por el
elevado número de pacientes que le son asignados; la presencia anecdótica y
voluntarista de la Intervención Comunitaria; la ausencia casi absoluta de
participación comunitaria real; el descenso y deterioro de la atención familiar
domiciliaria; el debilitamiento de la Atención Farmacéutica (sobre todo en el
medio rural) o restricciones en el uso de nuevos medicamentos o pruebas
diagnósticas, entre otras cuestiones relevantes. Podríamos decir que la sanidad
extrahospitalaria ha sido la encargada de pagar la factura de la crisis.
La
llegada silenciosa de la pandemia producida por la COVID-19 se ha encontrado
con una Atención Primaria de Salud mermada y debilitada, con personal
insuficiente, medios diagnósticos e instrumentos para la protección individual
de nuestros profesionales. Es relevante y significativo que entre los enfermos
y fallecidos abunden los profesionales sanitarios que estaban en la primera
línea de atención. Aún con ello, el habitual y práctico manejo de la incertidumbre
en Atención Primaria de Salud, así como su capacidad resolutiva y de filtro de
patologías según la gravedad, han permitido que la mayor parte de los enfermos y
sus familias sean atendidos en sus propios domicilios con los cuidados
habituales y derivados convenientemente al nivel hospitalario cuando la
situación así lo ha requerido.
En
la mayoría de las Comunidades Autónomas, se ha producido un mismo fenómeno: la
ausencia de la Atención Primaria en la organización y gestión de la epidemia,
cuando ésta debería ser parte fundamental y necesaria para su control. Ha
pasado de ser la “puerta de entrada” a la “puerta ignorada” del sistema. En
algunas Comunidades Autónomas hemos asistido con gran alarma y estupor al
cierre y desmantelamiento de la Atención Primaria anulando la capacidad de
participar de manera coordinada con el último escalón de la atención. El olvido en el presupuesto se ha
convertido en un olvido completo de la base asistencial. La atención a
la epidemia se ha equiparado a UCI y respiradores. Se ha seguido con la inversa
inversión, dando recursos a unos pocos y abandonando al grueso de la Comunidad
y a los expertos en ella.
A
pesar de la imposibilidad de acceso a test de detección desde Atención Primaria
de Salud, el cierre de los Centros de Salud, el desvío de los recursos
únicamente al medio hospitalario, la realidad constata que entre el 80 y el 90%
de los casos confirmados o de sospecha se están haciendo desde la Atención
Primaria de Salud, con un importante esfuerzo autoorganizativo, y de contención
de la epidemia para no colapsar los hospitales, que ha sido poco o nada
reconocido.
Además,
hay administraciones sanitarias que han ignorado el papel de cercanía y
responsabilidad respecto de las personas mayores que viven en las Residencias
con unos resultados que son ya bien conocidos. La Atención Primaria de Salud ha
tenido que autoorganizarse para evitar la entrada de coronavirus en las mismas
y tratar de controlar los focos cuando se han producido.
Así
mismo, las/os profesionales han atendido a personas con gran discapacidad,
enfermos terminales y a sus cuidadoras/es familiares, en momentos en que sus
necesidades habituales se veían incrementadas por efecto de la pandemia.
Desde
SESPAS entendemos que esta situación no sólo no debe repetirse, sino que debe
producirse un punto de inflexión. La Atención Primaria de Salud debe desempeñar
el papel que nunca debió perder como puerta de entrada a la Atención Hospitalaria.
De cara a la gestión de lo que queda de epidemia actual, al desconfinamiento y
a la reflexión de cómo deseamos que sea nuestro sistema sanitario, queremos
hacer las siguientes consideraciones:
· La
Gestión Sanitaria debe aprender de los errores producidos en el inicio de esta pandemia
y devolver a la Atención Primaria de Salud el papel que le corresponde, en la
gestión y actuación frente a la misma, reabriendo los centros, dotando de
equipos de protección personal, de los recursos diagnósticos y terapéuticos
necesarios y preparando el desconfinamiento contando con la Atención Primaria de
Salud en primera línea.
· Esta
pandemia ha constatado la necesidad de dotar de recursos suficientes y
necesarios a la Sanidad Pública, alcanzando la proporción presupuestaria
necesaria para la Atención Primaria de Salud, de al menos, un 20%.
· Es
habitual que las plantillas de los Centros de Salud no estén al completo y que
la población asignada a cada profesional se haya incrementado diariamente entre
un 10 y un 25 %. Por eso será necesario aumentar el número de profesionales de
Atención Primaria de Salud, de manera que se puedan proporcionar cuidados adecuados
a las personas, a las familias y a la Comunidad. Ello implica la formación y
contratación de médicos y enfermeras especialistas de atención familiar y
comunitaria. Es insostenible, para el correcto funcionamiento del Sistema de
Salud, la inversión en formación de especialistas de médicos y enfermeras sin
que ésta reporte luego el beneficio esperado por la masiva marcha que se ha
producido de profesionales especialistas ante la falta de oportunidades en
España. No es cierto que falten profesionales de salud para poder ser
contratados, lo que faltan son oportunidades para que realicen la labor para la
que han sido estupendamente formados.
· El
sistema de vigilancia epidemiológica descansa sobre la Red Centinela de
Atención Primaria de Salud, que no ha sabido aprovecharse para hacer un
seguimiento y valoración de la pandemia; debe potenciarse y cuidarse esta red
para detectar y seguir los casos de enfermedades transmisibles, así como para
otros estudios epidemiológicos, proporcionándole incentivo y estabilidad. En
una próxima fase de progresivo desconfinamiento habrá que reforzar la capacidad
de identificación de casos e investigación de sus contactos para poder prevenir
una nueva ola epidémica, y esta labor debería descansar sobre unos servicios de
vigilancia epidemiológica coordinados con Atención Primaria de Salud, con
independencia de que se puedan habilitar nuevas herramientas tecnológicas de
apoyo.
· La
pandemia ha evidenciado la merma competencial de la Atención Primaria de Salud en
servicios y procedimientos que a menudo han sido “derivados” innecesariamente
al nivel hospitalario o a dispositivos diferenciados, en una política que
debilita claramente al ámbito de Atención Primaria: consultas monográficas,
servicios hospitalarios a domicilio, etc., que deben volver a la Atención
Primaria de Salud con sus correspondientes recursos. La limitación a la
Atención Primaria de medios diagnósticos, de acceso a pruebas, de prescripción
de medicamentos seguida sin un criterio científico ha hecho que la Atención
Primaria sea menos resolutiva. Ello implica la necesidad de que se abran todos
los medios a su disposición y de que se haga una evaluación seria de su uso en
las mismas condiciones que cualquier otra especialidad.
· La
merma en la competencia de Atención Primaria de Salud sobre ciertas
dispensaciones de medicación calificada como hospitalaria, ha complicado el
manejo de la seguridad e interacciones de estos fármacos y su seguimiento en Atención
Primaria de Salud. Su dispensación en medio hospitalario obliga a los pacientes
o familiares a acudir al hospital, desaprovechando la extensa red de farmacias
y a sus profesionales; lo que implica que esa red farmacéutica debe ser tenida
en cuenta para gestionar con el resto del equipo el tratamiento farmacológico y
su acceso.
· Las
farmacias, como recursos comunitarios fundamentales, están claramente infrautilizadas
y requieren de una integración articulada y consensuada con los Equipos de
Atención Primaria que facilite una gestión eficaz y eficiente de la atención y
prestación farmacéutica y una mayor calidad para las personas y sus familias.
· La
compartimentación de las personas por diferentes especialidades, sin la visión
global e integral del contexto de la persona, supone un riesgo iatrogénico moderado
que puede minorarse si el médico y la enfermera familiares y comunitarios recuperan
su papel de referencia de las necesidades de la persona y coordinan los
procesos y tratamientos propuestos en otros niveles asistenciales; lo que
implica que sea la Atención Primaria de Salud la que debe coordinar y conciliar
los procesos de salud, incluida la prescripción terapéutica (farmacológica o
no) de las personas.
· La
ausencia casi absoluta de intervenciones comunitarias en esta pandemia ha
impedido minimizar riesgos y facilitar la educación para la salud en
poblaciones vulneradas y en domicilios, provocando una clara inequidad en el
acceso a los recursos, la imposibilidad de reducir la incertidumbre y una ineficaz
atención familiar y comunitaria que en ningún momento se contempló incluir en
las guías de actuación.
· La
longitudinalidad es característica de la Atención Primaria de Salud, y ha
demostrado disminuir la morbimortalidad; lo que implica que la Atención Primaria
de Salud debe tener suficiente incentivo para darle continuidad a los cuidados
mediante contratos con futuro y compromiso con la comunidad.
. Los
Centros de Salud han estado sobresaturados y sin capacidad para hacer el resto
de sus funciones formativas, investigadoras y comunitarias, priorizando la
asistencia sobre todo lo demás. En esta epidemia, sus unidades administrativas
han demostrado ser muy resolutivas cambiando su forma de trabajar de un día
para otro, gestionando flujos y distribuyendo tareas. Estas unidades deben dotarse
mejor por tener un importante papel en la relación y comunicación entre las/os
profesionales sanitarias/os y las/os usuarias/os, que les permitiría ser resolutivas
y descargar tareas impidiendo que lleguen a ser asistenciales al resolverlas en
dichas Unidades.
· Igualmente,
las enfermeras comunitarias han demostrado ser un pilar esencial en la
contención de esta pandemia a nivel de Atención Primaria de Salud. Por su labor
de educación para la salud en los pacientes atendidos en el centro de Salud,
por su participación activa en el triaje y seguimiento de pacientes, por su
papel de educación y supervisión de las Residencias de Mayores de la zona de
influencia, y por su capacitación técnica de realización de test, totalmente
ignorada y desaprovechada. Después de esta pandemia, la gestión debe considerar
seriamente que son la base de la Atención Comunitaria y potenciar la
especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria a través del EIR, definiendo
los puestos y articulando su actividad con la totalidad de profesionales del
Equipo.
· La
pandemia ha demostrado que las inercias administrativas y burocráticas que lastran
la tarea de los médicos de familia, en detrimento de tareas asistenciales y de
atención directa al paciente y la comunidad, son evitables. Hemos asistido a la
inmediata solución de papeleos poco necesarios, antes insalvables. Esta nueva
situación debe permanecer y marcar el inicio de la desburocratización de la
Atención Primaria, además de iniciar la consolidación de herramientas virtuales
y telemáticas como elemento habitual en sus consultas.
· Aplaudimos
las últimas manifestaciones que devuelven la importancia, que nunca debió
perder, la Atención Primaria de Salud en el postconfinamiento, fase que puede
durar meses y para la que ya nos estamos preparando. Este largo y duro período requerirá del
mantenimiento de algunas de las medidas adoptadas en la fase aguda, como las
consultas telemáticas o la distribución
de espacios para la espera con carácter preventivo, las consultas
específicas de triaje, etc. Y, de su participación activa y coordinada en la
resolución de esta crisis sanitaria y social.
La
pandemia, como todas las situaciones de crisis, está poniendo en valor a los
verdaderos protagonistas de la misma: la Salud Pública, las trabajadoras de las
residencias, los servicios esenciales, etc. La opinión pública está siendo consciente
de su importancia. Las administraciones sanitarias deben tomar buena nota de
las debilidades en la gestión de esta crisis, abandonar un modelo
hospitalocentrista, rectificar a tiempo y preparar un modelo sanitario público
en el que la Atención Primaria de Salud, trabajando con la Salud Pública y otros
componentes del sistema, tengan el peso y la capacidad que le corresponde.
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